La modelo cubre su hermoso rostro con una máscara veneciana de hombre. A pesar del rojo granate del terciopelo brillante, sus ojos ganan la partida. 
La historia del retrato es una colección de miradas; también de sonrisas, qué duda cabe. Pero la mirada puede seducir tanto o más, que un cuerpo pidiendo ser conquistado. 
La mirada de la modelo de Faba resulta cautivadora, más que por el tamaño o el color de sus pupilas, porque no exige nada. La belleza fatal de esta mujer hermosa, se torna en los ojos candidez infantil, curiosidad tímida, y decisión de llegar hasta el fondo. 
Su presencia resulta contradictoria. El cuello y los hombros desnudos la delatan como alcanzable; a la par, que la poderosa máscara la encierra y aleja, haciéndola aún más deseable. 
Los chamanes ocultaron su rostro con pinturas, huesos y ramas, para hablar con los dioses; inventando así la máscara. ¿Se valdrán ciertas modelos turbadoras, de técnicas semejantes, para ser más deseadas aún por sus pintores?
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