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miércoles, 22 de febrero de 2012

domingo, 19 de febrero de 2012

Isabel Muñoz mira a Teatra





Que una revista de teatro en las fronteras del arte contemporáneo, diez años después de haber presentado su último número, posea aún una fotografía de grupo inédita, realizada nada menos que por una fotógrafa española de relevancia internacional, como Isabel Muñoz, es una de esas circunstancias insólitas que definen a la perfección el espíritu incompleto y sorpresivo de Teatra.

Este domingo de ARCO, Teatra y la Quinta de Santiago se ponen de largo, para dar la bienvenida a Isabel Muñoz a nuestras virtuales páginas, con este retrato inédito de la redacción completa de Teatra, fotografiada en febrero de 1989 por Isabel Muñoz en su estudio madrileño de Pajaritos.

Las siete cabezas de Teatra van servidas con coloristas tocados vegetales de cartulina, concebidos y realizados por Alfonso Berridi, a partir del lema del número siete de Teatra: Teatrina di Verdura. En su nueva entrega, Teatra realizaba todo un ejercicio de Nostalgia de la Botánica, a la par que lanzaba una llamada de retorno a la Ecología y a la Naturaleza, tras tanta borrachera urbana postmoderna. Se valió para ello de este sonoro título, Teatrino di verdura, que hace referencia a los teatrillos de jardín de las villas renacentistas italianas, donde floreció el drama pastoril.

En el retrato de Isabel Muñoz de Teatra, tocada de Arcadia, pueden percibirse esos brillos y reflejos metálicos que caracterizan su personal y sensual obra fotográfica. La fotógrafa española -e incansable viajera- se ha sentido muy cercana a las artes escénicas, especialmente la danza y el teatro. En sus fotografías puede percibirse el artificio luminoso de un escenario habitado. Aunque el cuerpo desnudo sea el fuerte de esta fotógrafa, cuando retrata a sus personajes vestidos, los cubre con una penumbra solanesca, que los petrifica en el tiempo, sin por ello dejar de estar vivos y respirando.

Este retrato deTeatra vista por Isabel Muñoz, iba a ser publicado como colofón del número siete de Teatra. Era la primera vez que los redactores de Teatra iban a dar la cara ante sus lectores, desde las páginas de la revista. El fatum impidió que finalmente fuese esta foto la elegida, culpa nostra.
En el sentido de las agujas del reloj pueden verse a Ernesto Caballero con tocado de rábanos, a Javier Vallejo coronado de acelgas, a Juan Manuel Sánchez con mitra de cebolletas, a Alfonso Armada con alta tiara de berenjenas, a Juan Antonio Vizcaíno con gran chapela de judías verdes, a José Andrés Rojo con casco de zanahorias, y a Blanca Suñén con sombrero de coliflor.

Corría 1989. Teatra participó en ARCO en el stand de Comercial Atheneum, Distribuidora de libros y revistas de Arte, que había absorbido a Herman Blume Editores, primeros distribuidores de Teatra. Los tiempos estaban cambiando, ARCO se estaba institucionalizando con Rosina Gómez Baeza, como nueva directora; tras una dolorosa polémica en los medios, se había desplazado a Juana de Aizpuru de la dirección de la Feria…; dejábamos de ser muchachos…; por los pelos, seguíamos dentro de ARCO.  

sábado, 18 de febrero de 2012

Una estrella plantada en ARCO


En 1987 Teatra decidió sumarse al 70 aniversario de la revolución soviética. Tras los primeros años de pasión postmoderna, Teatra llegaba a su sexta entrega, y comenzó a inquietarse por la naturaleza social del teatro. En los largos procesos de reuniones -cada lunes del año- el perfil del compromiso político del artista, comenzó a relucir sobre la testa de Teatra, que intentaba reflexionar sobre la parte más amarga y más injusta de la vida en sociedad.
De algún prematuro viaje a la U.R.R.S. debió traer Tin-Tín de Vigo una preciosa colección de sellos soviéticos; o quizás flaquee mi memoria y fuese otra persona quien la puso sobre la mesa de Teatra. Lo cierto es que aquellos sellos, ampliados hasta los 32 centímetros de alto, (gracias al nuevo formato que adquirió Teatra), se convertían en carteles revolucionarios, filtrados por la retórica constructivista soviética.


Que la portada del número fuese finalmente un homenaje a la bandera de la China de Mao-Tse-Tung, era una de esas licencias frívolas que Teatra seguía tomándose. Aunque estéticamente no hubiese diferencia alguna entre ambas tendencias, y se mostraran absolutamente complementarias.
El stand de Teatra en ARCO, todo rojo y amarillo, se veía desde cualquier parte de la feria. Lo que en principio podría parecer una provocación neocomunista, a la alta burguesía que circulaba y negociaba por ARCO, se convirtió en una especie de ingenioso hallazgo visual, de gran carga expresiva en una feria de arte contemporáneo. Faltaba aún casi un año, para que una campaña radical de Absolut Vodka, resucitara la estética soviética para los escaparates, el comercio y la alta costura. Teatra se adelantó en ARCO 87 a la tendencia que habría de llegar.


El día de la inauguración de ARCO 87 se reunió toda la redacción de Teatra en el stand encarnado de la revista. En la foto puede verse a, Juan Manuel Sánchez sentado sobre la mesa, Pedro Olivera, José Andrés Rojo, (de pie); Blanca Suñén, Alfonso Armada, (sentado con el puño en alto); Javier Vallejo, (apuntando a la estrella); Juan Antonio Vizcaíno, y Ernesto Caballero, sentado en el suelo.  
Brindaron con vodka, (no podía ser otra bebida); se retrataron juntos y con los invitados; y regresaron a sus casas, con la sensación de haber plantado una estrella en ARCO.


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viernes, 17 de febrero de 2012

Teatra "quiere salir" en ARCO


Entre Beckett y Zurbaran fue el emblema verbal que eligió Teatra, para aquel número blanco, el cuarto, que también se presentó en ARCO 85. Los colegas de la -en tantos sentidos- vecina revista, La Luna de Madrid, se valieron del titular, Un torrente de semen creativo, para definir aquel parto blanco y lechoso de Teatra.
Lo cierto es que en ARCO 85 puede decirse que Teatra llamó la atención. En la pared del fondo de su stand se había reproducido la tipografía de la portada de la revista, con una moscarda negra de plástico, en lugar de la primera A de Teatra. Aunque las letras fueron dibujadas a escala, recortadas en chapona con sierra de marquetería, y finalmente pintadas de negro; la moscarda hubo que sustituirla por un cenicero de cobre con forma de polilla, que gentilmente cedió a Teatra la madre de Anne Serrano, mientras duró la feria.
A las paredes enteladas laterales se le adhirieron numerosas moscardas de plástico, lo que le daba al receptáculo ferial un cierto aire de bakelito de Tánger, cuajado de moscas entre piezas colgantes de carne. En los urinarios masculinos de la feria, la redacción de Teatra depositaba furtivamente, a diario, moscardas negras con alas de poliuretano, para que todos mearan sobre ellas, sin que nadie se atreviese a cogerlas.
Aunque hay que reconocer que La columna de las Maripuris, que Alfonso Berridi elaboró expresamente para el stand de Teatra 4, marcó un hito en aquel ARCO 85; al menos en un cierto sector del público. Un artefacto tan sencillo, ingenioso y divertido, no podía dejar de llamar la atención, a pesar de su realización tan povera.

En el interior de un tubo transparente, erguido en un macetero metálico, pendían colgadas de hilos las siluetas de unas muñequitas de papel, que se agitaban como cometas dislocadas ante el golpe de aire, que lanzaba un ventilador situado en la base del aparato. Sobre la rejilla circular del suelo, se habían depositado numerosas fotocopias de moscardas recortadas a su tamaño, para que con el aire revolotearan alrededor de las Mari Puris agobiadas.
Hay que reconocer, que Berridi en la Columna de las Mari Puris puso el alma. Se comportaba con su obra como un director de orquesta. El complemento final que le faltaba a su artefacto, era dotar de voz a las desesperadas muñecas-fotocopia, que querían abandonar aquel tubo donde todo era viento. Por eso debían gritar:
- Quiero saliiiiiiiiiiiirrrrrrrrrrr, quiero saliiiiiiiiiiiiiiiiiirrrrrrrr, quiero salir……….
Con una pequeña grabadora de reportero, toda la redacción varonil de Teatra comenzó a impostar sus voces hasta el falsete, gimiendo y gritando sotovoce el susodicho lema. Berridi, que para dar cierto colchón sonoro a la grabación, había encendido una maquinilla de afeitar, comenzó a exigir improvisación a su coro de sátiros teatrarios, que siseaban su vuelo colectivo de moscardas, hasta que la catarsis del falsete comenzó a dar sus propios frutos solistas:
- Sí, siiiiiiiii, siiiiiiiii, quiero salir de aquí;
- Sí, quiero salir, salir, salir; sacadme de aquí.
- Quie-ro-sa-lir; quie-ro-sa-lir
- Quiero salir, quiero salir, por fin…

Si la redacción disfrutó como una enana grabando la voz de las Mari Puris dentro de aquella buhardilla del Madrid de los Austrias, (tan cercana al viejo Viaducto de Rafael Cansinos Assens, -maestro de Borges- y a toda la carga literaria de El Movimiento V. P. y los poetas ultraístas); los niños de ARCO 85 se quedaron prendados y enganchados a la columna parlante de Berridi: era lo que más les interesaba de toda la feria.


Se arrodillaban en la moqueta, delante de aquella columna viviente que gritaba por lo bajini, y se quedaban embelesados, viendo a las Mari Puris de papel, volar y gritar como brujas de Goya, dentro de un tubo de plástico. Les relajaba oírlas chillar y quejarse, agitadas por el viento, rodeadas de moscas, y dando bandazos.
Cada cierto tiempo había que apagar el ventilador, para que no se quemara el motorcillo, y pudiese aguantar los seis días de la Feria. Algunos niños protestaban enérgicos; otros se sentaban a esperar. Pasados unos pocos minutos, se acercaban a la mesa, y pedían con voz lastimera:
-  ¿No podéis volver a enchufarlas un ratito?




Fotos: JUAN ANTONIO VIZCAÍNO

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jueves, 16 de febrero de 2012

En las raíces de ARCO


Hoy comienza la nueva edición de ARCO, la feria que transforma el arte contemporáneo en una pasarela; aunque sea el público, el que desfila por todos los recovecos de este recinto encantado. Como si de una sofisticada cueva de los 40 ladrones se tratara, en ARCO se hace acopio tanto de brillantes tesoros plásticos, como de ocurrencias conceptuales de última tendencia.  
Esta plantilla de dos piezas plastificadas, cubiertas de pintura blanca, fue la que utilizó em 1984 la incipiente revista Teatra, para estampar en sus páginas el logotipo de ARCO, que por esas fechas debía ser obra del gran Diego Lara, maestro en el arte del diseño gráfico.
La página de publicidad que había que incluir en la revista, a cambio del stand de expositor, Teatra lo solventó insertando unos acetatos de colores con el nombre de Arco 84. La tirada de aquella revista de artista, ascendía a 200 ejemplares numerados, cifra que permitía mimarla artesanalmente, a la par que se elevaba a un número nada desdeñable, para elaborar todos los ejemplares manualmente.
Lo que se  muestra en esta imagen es el poso que dejaron los espráis blancos, sobre la plantilla de ARCO. Los bordes de las letras vaciadas en la hoja de plástico, iban desdibujándose con cada rociado de pintura. La hilera superior de sellos azules, debió ser la solución, para lograr una franja seca de apoyo, para poder coger y desplazar la rezumante plancha de pintura, mientras se estampaban filas y filas de páginas.
Los sellos del rey eran los más baratos que se encontraron, después de los de 10 céntimos de color naranja, que en pliegos de sellos auténticos cubrían toda la portada del número 2 de Teatra. A parte de su economía, no hubo razón alguna para elegirlos; es más, no molestaron los sellos del Rey a Teatra, los asumieron estéticamente, como una secuencia repetida de imágenes de Warhol.  
Lo cual no quitó para que un joven Faba, (que entonces se hacía llamar Vizcaíno), alma mater de la revista, la entregara en mano a la Reina de España, cuando acudió con todo su séquito a inaugurar, (vestida de rojo, igual que Juana de Aizpuru, fundadora y directora –entonces- de la Feria; todo un problema de protocolo), aquel esperanzador ARCO de 1984.
Con eventos artísticos de esta clase, los jóvenes de entonces nos regocijábamos, pensando que Madrid, por fin, empezaba a estar en el mapa del arte. Y una humilde revista de fotocopias, realizada por curtidos estudiantes* -por esas fechas- de la Escuela de Arte Dramático, era la primera revista de teatro que participaba en una Feria Internacional de Arte Contemporáneo.  
Las diferentes ediciones de ARCO, (entre 1984 y 1996), en las que Teatra participó como revista expositora con stand propio, siempre fueron una gran escuela de cosmopolitismo para sus miembros, quienes aprendieron a mirar el teatro español con ojos de arte nuevo, sujeto a grandes designios. Algo de aquel optimismo desacomplejado, procuramos que brote de cuando en cuando en esta tranquila Huerta del Retiro.


* La revista TEATRA -en su número 2- estaba integrada por Juan Antonio Vizcaíno, Ernesto Caballero, Alfonso Armada, José Andrés Rojo, Juan Manuel Sánchez y Javier Vallejo.