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sábado, 31 de diciembre de 2011

El cuarto Rey Mago


Según iba adentrándose la noche de fin de año, en el pagano Belén del Retiro iban apagándose  las luces, una a una, hasta quedar completamente a oscuras. Con este eclipse voluntario de alumbrado, se homenajeaba la partida del año viejo. Un telón de tinieblas y estrellas, iba cayendo lenta y parsimoniosamente sobre aquel escenario del tiempo, como si fuese la ceniza del Vesubio cubriendo mansamente a Pompeya.
Sólo en esta noche cerrada del año podía contemplarse, la presencia ligera del Buda de ébano, que acudía de incógnito, como todos los años, para visitar al niño divino, nacido en las templadas tierras de Galilea.
Si los otros tres Principales que acudían como él, a honrar a Jesús, eran Magos; Buda significa, (a pesar del oscuro avatar con que aquí se manifiesta), El Iluminado.  Su único presente y principal enseñanza era un enigma que se reducía a tres palabras: “Silencio, silencio, silencio”.
Antes de que la luz mancillase el cielo con la primera aurora del año, el Buda negro –radiante como un sol de carbón- se daba la vuelta, y comenzaba a marcharse, fundiendo su espalda con el Universo.

viernes, 30 de diciembre de 2011

La tentación de las tinieblas


Jesús el pastorcillo trabajaba de camarero en Strong Belen, el club de ambiente más frecuentado y afamado de toda la comarca. Instalado en varias cuadras comunicantes de los establos del Rey Herodes, contaba con el cuarto oscuro más grande que pueda imaginarse. Los más primitivos pastores, los soldados y centuriones romanos más bizarros, los funcionarios más conspicuos de palacio, y hasta la curia más selecta del templo, se mezclaban en esta capilla nocturna del vicio masculino desatado. Una puerta con cortina daba directamente al campo, donde aquellos rudos varones se gozaban bajo el cielo estrellado.
Dada su extrema juventud y apostura, Jesús está acostumbrado a recibir todo tipo de propuestas carnales, que le llegaban de hombres de todos los credos, edades y clases sociales. Por supuesto que él nunca accedía, bien al contrario se jactaba de seguir siendo virgen a los 17 años. Esa rotunda igualdad de todos ante las leyes de la carne, le inspiró al pastorcillo su futura doctrina humanista, que saltó a religión por arte de sus discípulos.  
Una noche previa al fin de año, hubo tanta concurrencia en Strong Belén, que a Jesús no le quedaron fuerzas para regresar caminando hasta su bosque de cardos gigantes. Se quedó dormido en el puente de vidrio sobre el río fosilizado.
Se dice que los puentes están construidos todos por el diablo, y que el precio que cobra el ingeniero del infierno, es el alma del primer ser humano que por él pase. El demonio de la Huerta del Retiro -“que haberlo, hailo”- vivía disfrazado bajo la piel de un Cupido rubicundo, que no sólo disparaba sus flechas sobre sus víctimas. Se pasaba las noches en el cuarto oscuro de Strong Belén, ofreciendo manzanas a todos los reunidos en aquel fétido laberinto de cuadras.
Aquella madrugada -tras terminar su trabajo- al encaminarse el demonio a la Torre del Oro donde habitaba, se quedó prendado de un muchacho dormido, que encontró tendido sobre el puente. Con qué rijosidad y lascivia contempló a su bello durmiente, más aún sabiendo el destino común que les aguardaba. Iban a ser enemigos eternos; y eso, el diablo con faz de niño pudo leerlo en el sueño del pastorcillo. Cuántas malas ideas pasaron aquella noche por su cabeza, mientras mordía sus  manzanas.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La soledad de los pájaros artificiales


Los pájaros vivos de oro suelen tener más encanto que los de corcho, aunque no suceda así en todas las ocasiones. La vida tiene el mismo perfume que el pan recién salido del horno, a pesar de traer consigo su fecha de caducidad. Por el contrario, la representación de los seres vivos  nace con afán de perdurar.
Este canario de pega, o Frankenstein canarino, fue construido por Faba con la intención de que sirviera de amante circunstancial a Pipino di Siena, -Pipi- , el canario libre de Santiago. Existe alguna fotografía de la cara de aburrimiento infinito del pobre canario, cuando su dueño le metió a este monstruo amarillo en el interior de su jaula. Huelga decir que no le hizo ni caso, ni tan siquiera se acercó a mirarlo. No era lo que necesitaba, le faltaba la vida.
A pesar de este rechazo total, el canario falso siempre estuvo agradecido al vivo. Si no hubiera sido por el uno, el otro no habría existido. Aunque tuviera cabeza de madera, patas de corcho, y un corazoncillo cítrico, sintió la prematura muerte del canario aquel mismo invierno.
Desaparecido el patrón ya no hace falta marinero. Pasó a la fosa común de una fiambrerilla -que lo fue- de carne de membrillo, donde iban a parar los juguetes desahuciados de la huerta del Retiro. Nunca volvió a salir a la luz, más que en las páginas de este blog: en plena juventud, y ahora anciano. Su otrora tersa y brillante cáscara limonera, luce hoy curtida y oscura como si fuese de cuero.
Cuando fue preseleccionado como figurante a las audiciones, (más conocidas como castings), de este Retablillo navideño de Santiago, no tenía más expectativas que las de salir en la foto como figurante. Sin embargo, el entonado colorido de sus piezas, (machacadas por el tiempo, el polvo, y el olvido), dieron muy bien en cámara.
Nuestro aspecto suele contar mucho de lo que somos y también de lo que fuimos. Aunque lo único que importa, es la historia que hayamos vivido, porque ésa termina siempre filtrándose en las imágenes que reflejamos. En el elenco de este Nacimiento sideral del Retiro, él figuraba como el canario viudo de Santiago, por eso quedaba tan bien en pantalla.  
Una vez que se halló frente al agujero negro del objetivo, pensó si no estaría muerto y por tanto a punto de reencontrarse con Pipi, su amante imposible e inolvidable. Nunca volvió a haber en su vida, otro canario que no fuese aquél; por eso siempre estuvo tan solo.
Quizás fuese cosa del azar de participar en el mismo montaje, o algún nuevo milagro de la estrella de mar navideña, el caso es que en pleno escenario del Belén del Retiro, el canario de corcho vio una urna transparente -puesta en pie- repleta de largas plumas blancas.
En realidad, se trataba de un palillero dental que Faba había rellenando, con cada pluma que su idolatrado canario perdía, cada vez que cambiaba su plumaje. Parecióle al autor que este delicado objeto poético -a lo Joan Brossa- podría alcanzar cierto valor ante el ciclorama estrellado de su Retablillo.
Cuando el canario de patas de corcho reconoció a su antiguo compañero en aquel botecito repleto de plumas blancas, se posó sobre él, bajo el manto de luto de la Vía Láctea; y ya nadie, nadie, pudo volver a separarlos.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

El pastor que no quiso ser Mesías


El pastorcillo Jesús gustaba de dormir al raso, bajo un cielo judío cada vez más cristianizante. Su rincón favorito era el bosque de cardos gigantes. Sus ramitas como rayos en torno a la alta flor, favorecían la comunicación con su padre: sólo en este lugar se le aparecía en sueños.
A Jesús le gustaba dormir junto a una piedra venida de una playa del otro lado del Atlántico.  Según el pastor dormido, se trataba de una esponja energética; hasta podría decirse que tuviera memoria por su aspecto de cerebro. El Mar Caribe es muy brujo, sus aguas están hechizadas, y la isla de Cuba -cuajada de negros- se halla en su centro. ¿Cómo no iban a estar impregnadas de este don, las piedras de sus playas?
De cómo llegó esta roca de las cien bocas a un bosque de cardos de Galilea, es todo un misterio. Algunos atribuyen su poder, a que se desprendió de un meteorito blanco. Si la memoriuda cubana tenía un pasado, el cardo no iba a ser menos. Nació y vivió bajo el puente de Santo Domingo de la Calzada, en el cauce seco del río Oja. ¿Habráse visto alguna vez un río con nombre más vinatero?
El pastorcillo de plástico, (que se negó a crecer, para no sufrir su suerte predestinada de Mesías), dormía plácidamente sobre el lecho rojo de un lápiz de carpintero. ¿Estaría conduciéndolo este río de vino recto, hacia su inextricable destino?

martes, 27 de diciembre de 2011

Un ciclista para un misterio


El ciclista de plomo pintado, (que lleva más de un año residiendo en la Huerta, como Cónsul de Berridilandia), sale de la sombra y toma ligero la curva hacia Belén, donde sus obligaciones le requieren para adorar al recién nacido.
No es un rey mago, ni viene de Oriente cargado de valiosos regalos; con San Nicolás o Papá Noel, no comparte ni siquiera el color de la vestimenta. Y sin embargo este peculiar diplomático posee habilidades mágicas reconocidas. En Belén se comenta, que trae escondida una sorpresa en los zurrones de su bicicleta: un misterioso presente que podrá oírse.
“¿Pero dónde se esconde ese niño divino?”, le pregunta impaciente a la estrella*, que se supone le guía desde lo alto. “Chiiiiiiiiiiissssssssst…”, le responde aquella. Aunque nadie lo haya visto aún en este Belén del Retiro, todos coinciden en afirmar que el niño está dormido.

* (La estrella es de cuero rosa, y procede de Vernazza, una de les Cinque Terre de la costa de Liguria, al sur de Génova; Vernazza, donde los muchachos se siguen tirando a las olas, desde las rocas más altas.)

P.S. Alfonso Berridi y Gabriel Faba aprovechan la presente entrada, para felicitarles las Navidades, y desearles que jueguen mucho todo el año.  

lunes, 26 de diciembre de 2011

El dinosaurio y la estrella


La estrella de la Navidad no sabía que era una estrella de mar. Si había acudido a Belén era porque la había invitado una prima suya -cometa- que solía pasarse por allí todos los años.
Cuando se es estrella, no se necesita tomar aviones para los grandes desplazamientos, (como tampoco importa ser un poco cojitranca, ya que no usa sus patas para caminar).  Así que, ni corta ni perezosa, dejóse caer sobre Belén, como si se tirase en paracaídas, esperando disfrutar de unas vacaciones especiales.
Una estrella de mar que no sabe que es marina, es una estrella que no se mira al espejo. Tiene dibujado su nombre en la boca, y ni se da cuenta. Si tuviera que afeitarse o pintarse sus cinco labios, ya sabría que era un equinodermo.
Al primero que conoció la estrella en Belén, fue a un dinosaurio de trapo, que se desplazaba sobre un lápiz de carpintero. Se quejaba de haber hecho una larga mili en la Huerta del Retiro, y sin embargo nunca había recibido una mención, y mucho menos un retrato, en los continuados y obsesivos trabajos de los hermanos Faba.
Ser un dinosaurio relleno de mijo tiene sus consecuencias; mucho más cuando se circula entre la estrafalaria y distinguida clientela, que suele residir y frecuentar esta Huerta del Retiro. Que el dinosaurio, por fin, forme parte de una entrada de este blog, ha sido el primer milagro involuntario cometido por esta estrella amnésica, que no sabía lo que era.

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domingo, 25 de diciembre de 2011

La caracola del Nacimiento


Los misterios que encierra la Navidad resultan insondables. Se trata de una gran fiesta cósmica, en laque se celebra el nacimiento del sol, la llegada de un cometa, y el advenimiento del Mesías cristiano. "Demasiadas visitas estelares, como para permitir que alguna se nos escape", debieron pensar las autoridades de Belén.
Para evitarlo, instalaron una extraña antena de caracola, sobre el puente que cruza el río fósil del pueblo. Algunos veían en el insólito artefacto una oreja; otros, una boca ladeada; y la mayoría coincidía en que se trataba de una vulva entreabierta. En cualquiera de los casos, a través de los labios de esa concha parabólica, se presentían todos los enigmas del Universo.
Por otra parte, hay que advertir al lector, que esta concha misteriosa, fue originariamente una lamparita. Compróla Faba en su última visita a Malta, hace ya  más de veinte años. La descubrió entre los restos del naufragio de la tienda de conchas y caracolas más hermosa, que había existido nunca en la ciudad. Pasar junto a su escaparate, era como caminar junto a un corte en sección del suelo marino. 
El dueño de la tienda acababa de fallecer unos meses antes de que Faba llegara. Su estancia coincidió con la venta que estaba realizando su viuda, de las piezas más preciadas que se había reservado el difunto, a lo largo de toda una vida de caracolero. Trabajaba las conchas marinas como si estuvieran hechas de madera de pino. Las serraba, atornillaba, lijaba, pintaba y manipulaba hasta convertirlas en objetos poéticos. No es de extrañar, pues, que uno de los hijos de este comerciante poeta, saliera artista. Desarrolló su trabajo pictórico en Nueva York, lejos también de su querida isla de Malta. Se llama G. Serrán P. y sólo reproducimos completo, el apellido que heredó de su padre.
La concha cercenada por el Señor Serrán, (y cuya parte posterior usó como soporte de la concha erguida), lleva en su interior pintada -al óleo- una marina, sobre la que el visionario artista pegó, la calcamonía de una airosa carabela, alejándose de puerto.

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sábado, 24 de diciembre de 2011

Pastores contra el infinito


En la alta madrugada de la Navidad, los pastores que siguen de juerga por los portales de Belén, salen a desahogar sus vejigas bajo el cielo estrellado de Galilea. Un par de Pixanets, (tocados con sus respectivas barretinas), mean contra el firmamento; junto a un muchachito hebreo, que lo hace a calzón bajado.
¿Qué hombre no ha sentido un extraño deseo de orinar sobre el curso de un río? Dirigir la manga, soltar el chorro, caer en el cauce del agua, y ser río por un momento. Los nuevos pastores de Belén gustan de hacerlo desde el puente de vidrio que cruza el río del Portal. Cuanto más orinan, más estrellas dicen ver brillar en el cielo.
El río de Belén es primo de Torre Ofelia. Viaja y transcurre en el interior de una botellita transparente, que nació para contener limoncello. El cauce fluvial muéstrase hoy fosilizado, en unas ramitas de coral rosado de la Costa de la Muerte, y una pluma de cigüeña del claustro de la catedral de Palencia.

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viernes, 23 de diciembre de 2011

El duendecillo de la Navidad


El duendecillo navideño de la Huerta del Retiro reposa sobre el cuerno de una luna con piel de piña. Los cráteres del seco ananás recuerdan a los del Mar de la Tranquilidad. Este Principito con cabeza de abeto rojo brillante, parece haberse quedado solo en todo el universo.
La cáscara de piña estuvo casi un año prensándose entre cartones secantes, que fueron renovados periódicamente. El objetivo de esta manipulación frutal era convertirla en el cuello de un león asirio rampante, que había visto y copiado directamente Faba del interior de una vitrina del Louvre.
El cuerpecillo remendado de este duende es lo que queda de un frágil muñequito de poliuretano, que a cada caída perdía un trozo de su cuerpo. Primero fue una pierna, luego una mano, más tarde el extremo de un ala, y finalmente se le fue la cabeza con destino desconocido. Quizás cayó en algún tiesto y se encuentre bajo tierra, como les sucede a algunos cráneos humanos.
Hallóle Faba una cabeza de repuesto muy apropiada para estas fechas navideñas: un abeto granate, que estuvo colgado en el primer árbol navideño de su infancia en Malta. La soledad de este Principito sideral que se columpia bajo la Vía Láctea, resuena por todo el cosmos de la Huerta. Quedarse solo, también resulta muy navideño: es la cara oculta de la fiesta.

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jueves, 22 de diciembre de 2011

El niño del invierno


Según apuntan todas las señales, el Niño del invierno viene dispuesto un año más, a iniciar su reinado sobre la Semana Grande de fiestas en honor de su nacimiento.
El disparo de salida de la Navidad se da el día 22 con el sorteo de la Lotería Nacional. El 23 es jornada de reflexión y austeridad, y el 24 comienza la gran bacanal navideña; también así será en la Quinta de Santiago. 
Todos los aficionados al género quedan invitados a visitar durante estas fiestas nuestro particular y humilde Retablillo de Navidad, de la Huerta del Retiro.


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miércoles, 21 de diciembre de 2011

La pesadilla del gran soñador




El gran soñador duerme sobre el arco iris, como alfombra voladora que lo transporta por los territorios del sueño. La luz de la mañana convierte su cuerpo en piedra. ¿Con qué sueñan las estatuas mientras duermen? "Con los ríos", debería ser la respuesta. Un hombre tendido es un río de carne en movimiento, con sus riberas y meandros, sus corrientes, y el curso de su respiración imparable. Los escultores romanos representaban a los ríos como un anciano yacente -desnudo y barbudo-, que alegorizaba la abundancia de vida que traen consigo los cursos de agua.
Desde un principio temió Faba, que el exceso turco de la manta implicase un peligro doble para el cuadro. Demasiado charro podía resultar tanto colorido, o incluso competir (en lugar de potenciar), la presencia del gran soñador, en su primer gran desnudo completo. Sin embargo al pintor le estimulaba el reto técnico que suponía reproducir esa feria encendida, sobre la que reposaban las piernas del durmiente.
Aunque por otra parte, tanta profusión de colorido dotaba al conjunto de un aire oriental, que le recordó a ciertos cuadros de los que Matisse pintó en Marruecos, con odaliscas desnudas en los prostíbulos de Tánger. También tenía mucho parentesco con ciertos grandes desnudos de Modigliani, un pintor al que había admirado y copiado desde niño. Ya era hora -concluyó Faba- de que el desnudo masculino se expresase así de libremente, sin necesidad de contar con la excusa de los dioses o los héroes clásicos.  
Existía una razón añadida, que le llevó a lanzarse a la ejecución inmediata del cuadro. Al hallarse en penumbra la alcoba donde dormía el modelo, la fotografía que le tomó, salió movida a la altura de su cara. Con tres pares de ojos, tres bocas y tres narices, su faz tenía algo de monstruoso, como un cíclope triplicado, o un Frankestein durmiendo. Seguro que el gran soñador en ese momento debía estar sufriendo pesadillas, por eso se le veía sudado, y por la misma razón se habría salido de la manta.
Robar la imagen a alguien que duerme, y no puede -por tanto- dar su consentimiento, es un acto perturbador en sí mismo. Si además la víctima sueña desnudo sobre su cama, el daño se torna aún más severo, casi un delito de intimidad vulnerada. Si todos los escritores son rateros de oído, los pintores de retratos son ladrones de almas y cuerpos prohibidos.

El gran soñador. 2
Gabriel Faba. 2006
Acuarela sobre el envés de una cartulina,
sobrante de las portadas del número 4 de la revista Teatra.
42 X 16 cms.
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martes, 20 de diciembre de 2011

Advertencia navideña


La Navidad va adentrándose en la Huerta del Retiro en forma de Flor de Pascua.
Ésta fue pintada de noche, bajo la luz de un flexo, sobre una mesa camilla almeriense.
El pintor cuando abandona su casa, lleva pinturas y cuaderno en su equipaje; es una forma de seguir consigo mismo, sin alterar los hábitos de la vida doméstica.
Esta Flor de Pascua fue realizada en el mismo viaje que Faba pintó una mandarina con un penacho de hojas verdes.

Flor de Pascua.
Gabriel Faba. 2006.
Acuarela sobre cartulina acanalada
18 X 12 cms.

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lunes, 19 de diciembre de 2011

El bambú que quiso peinar al viento


“El viento de Madrid mata a una vieja, pero no apaga un candil”, pronuncia con pleno convencimiento de causa el refranero madrileño. A la chita callando, una mala corriente de aire se llevó a más de un rey, sacerdote, o Grande de España, de los que residían en el viejo Alcázar de los Austrias. ¿Qué no haría ese pérfido viento del Guadarrama con los humildes o los vagabundos, que campasen por los páramos matritenses?
Cuando la pléyade de cañas de bambú quedó alzada en el aire, lució espléndida contra el cielo de la calle. Las ocho varas fueron amarradas cada una a un barrote con tres brazaletes de alambre y tres precintos de plástico. Reposaban directamente sobre el suelo de la terraza, para que el murete de la baranda hiciera de contrafuerte, frente a un más que probable envite del viento del oeste; o sea, el que procede del Atlántico.
El color marfil de las esbeltas cañas armonizaba a la perfección con el viejo amarillo Nápoles de los muros de la Huerta. La estrecha pared parecía continuar sobre ellas, formando una suerte de biombo o persiana, que otorgaba mayor intimidad a esta terraza llamada Huerta.  
Cuando una ballena estornuda en el Estrecho de Magallanes, (entre la Antártida y la Tierra de Fuego argentina), se resienten las paredes de bambú en las terrazas del Madrid de los Austrias. No fueron necesarios más de dos vendavales, para que la rigurosa fila de cañas, alineadas en paralelo hasta entonces, se convirtiera en este cañaveral borracho a punto de derrumbarse. Las cañas torcidas por el viento formaban entre sí extrañas equis y rombos.  
Tuvo Faba pesadillas con las dichosas varas. Su alto sentido de la responsabilidad le hacía soñar  con viandantes, que aparecían ante él con la cabeza trepanada por una caña de bambú gigante. Derribadas por el viento, las largas cañas debieron transmutarse -en plena caída- en mortíferas lanzas, que hicieron diana en la coronilla de un desafortunado paseante.  
“¡Voy a terminar como Ben-Hur, arruinándome la vida por una maldita caña, caída desde mi terraza! Si hubiera galeras en estos tiempos, seguro que terminaba en una de ellas”, pensaba entre paranoias, el Faba afligido por sus peores sueños.
La Huerta del Retiro se encuentra en pleno barrio de Quartel de Palacio. Su vecindad con el Palacio Real queda manifiesta tanto en su nombre, como en su relación neurótica con el viento atlántico. Afortunadamente, durante el tiempo que estuvieron en pie contra los huracanes, no cayó a la calle ninguna caña. Y sólo cuando fueron retiradas de primera línea de baranda, pudo Faba volver a dormir tranquilamente.   


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domingo, 18 de diciembre de 2011

El mondadientes de los dioses


El bambú es el cerdo de los vegetales: de él, se aprovecha todo. Se comen sus brotes tiernos, (humanos y osos pandas); se usa como tubería, también en la construcción de muebles, objetos domésticos y abalorios; del bambú se obtienen productos cosméticos y medicinales, y además se usa para construir casas. Muchos pueblos orientales usan el bambú como la estructura -vigas y pilares- que sostiene sus hogares. Ocupa en otros continentes, la función que ha tenido la madera en nuestra arquitectura.
Las ocho varas de bambú, de dos metros y medio de alto, (que se compraron en una Cestería de la Cava baja, para la presentación del número oriental de la revista Teatra), vivían reunidas en la Cartuja del Retiro, apartadas del mundanal ruido madrileño.  ¿Por qué no construir con ellas un muro peina vientos, siendo tan sólidas como el caparazón de una tortuga?
El barandal de la Huerta del Retiro hace ángulo por su extremo oeste, dejando  completamente al descubierto gran parte de la terraza, ante las ventanas indiscretas de en frente. Amarrando las cañas a los balaustres del esquinazo -pensó Faba- se mantendrían erguidas, creando un muro visual para los mirones, a la vez que permanecerían abiertas para el viento.
De esta guisa tan poco digna, hallose el noble haz de bambúes, antes de ser izados a su posición definitiva. Su extrema longitud para un objeto doméstico, acentuó la restringida perspectiva de la Huerta, a la par de recordar a las torres de las pagodas asiáticas.
De las cinco cañas que se muestran en esta imagen, una aparece agrietada. Su madera no debió de soportar un cambio abrupto de clima. Una caña de bambú reventándose, es un buen emblema de la humildad.  Todo apunta en esta imagen invertida, hacia la sombra de aquella chumbera que se puso de pié, y que algunos conocen por La Pauli.
Las cañas de bambú son los mondadientes de los dioses.


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sábado, 17 de diciembre de 2011

La flor del samurai


El actor de teatro Kabuki podría ser un cruce de pavo real y orquídea. Destaca más que ningún otro sobre la escena, incluidos los delicados y misteriosos Onnagatas, que son los caballeros especializados en interpretar a las damas. El sentido ceremonial de toda una civilización se concentra en el cuerpo del actor protagonista del Kabuki. Sus kimonos resaltan más que los de las damas.
Llevan a su lado a un actor que interpreta su sombra, vestigio de aquel primitivo servidor de escena, cubierto por telas negras, que llevaba un farolillo colgado de una caña, con el que alumbraba el rostro del actor principal, en todo momento. Kurongos o kurombos se les llama en el Kabuki a estos servidores de la luz y de la sombra.
Para algunos ya resulta conocida la fascinación y dedicación de Faba hacia cierta dama -japonesa- que mordía sus cabellos. Pues en esta ocasión, no estuvo dispuesto a que aquella obsesión se repitiese, por culpa de un kimono laberíntico. Además, su interés por esta imagen, radicaba más que en el modelo, en su relación con el espacio.
La pincelada de la acuarela es puro dinamismo. La misma respiración del pintor afecta a la pincelada. A veces, tiene que contener el aire durante los trazos más precisos. Pintar es algo físico, casi una danza, y a veces hasta un fornicio salvaje. Este baile se hace lentísimo, cuando se pinta alguna figura del Imperio del Sol Naciente.
Sobre un sencillo y humilde tatami se desarrolla la representación, apenas un par de escalones en primer plano, por los que se descuelga la cola del kimono azul, del samurai arrodillado en proscenio; entre sus manos sostiene su katana desdibujada. A su espalda se extienden un mar de tonos apastelados, que termina configurando un peculiar coso escénico, emparentado con los altares de los templos y las pistas de los circos.
Dejó Faba sin terminar esta acuarela, (sobre toallita de papel de los servicios del Café New York, de Budapest), no por venganza de aquella dominatriz nipona que otrora retratara, sino porque estaba resuelto a no ingresar de nuevo en la esclavitud, que exigen ciertos modelos japoneses, y todas las constelaciones que albergan sus vestimentas.

La flor del Kabuki 
Gabriel Faba. 2008.
Acuarela sobre toallita de papel de lavabo húngaro.
33 X 20 cms.


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viernes, 16 de diciembre de 2011

República de cerámica


Los atardeceres tempranos de diciembre sacan brillo a las sombras. Gusta Faba de pasear con sombrero por la Quinta, y capturar sombras en esas tardes propicias para la caza luminosa.
El testero principal de la Huerta luce cuajado de cerámica sienesa, tras la silueta del fotógrafo. Cierto es que la Quinta de Santiago lleva siendo años humilde Consulado de Siena en el Madrid de los Austrias, y que la indómita y hermosísima ciudad toscana ocupa también un lugar prominente en el corazón de los Faba.
Las heráldicas y almendradas piezas vidriadas que tanto relucen en la presente imagen, son los escudos y emblemas de algunas Contradas, (barrios del casco histórico), de las 17 que compiten en la carrera del Palio de Siena, una de las más distinguidas y artísticas de todo el orbe equino. El Palio se celebra en honor de la Virgen, el 16 de agosto, en la insólita plaza del Campo de Siena, a las puertas de su gran Palazzo Communalle.
Las contradas con sucursal en este consulado sienés de Santiago, son de izquierda a derecha: la de la Oca, fiera y altiva como el ave que la representa. Lleva lazos de victoria anudados al cuello, y sobre su cabeza, gravita la corona real, con la que el rey Humberto I de Italia, distinguió a todas las contradas sienesas.  
El escudo central y más grande pertenece a la Contrada del Dragón, (Il Draco),  ganadora del Palio de 2001; en medio de sus desfiles y cantos de victoria arribó Faba por primera vez a Siena. El verdoso dragón rampante lleva una rana azul como estandarte, y una corona dorada de 5 picos, levitando sobre las escamas de su cabeza.
La Contrada de la Lechuza (Civetta), otea desde lo alto, siempre vigilante, posada sobre una rama de roble. Coronada por Humberto como las otras contradas, ofrece en sus costados dos letras U y M, como anagrama indescifrable. Por último la Contrada de la Jirafa (Giraffa) aporta su toque exótico a esta república sienesa de cerámica, tan alejada de África. El pajecillo que la conduce como palafrenero, parece haberse extraviado del cortejo de los Reyes Magos. En lugar de corona, luce una pancarta donde recuerda -en latín- la distinción que le otorgó el primer rey de Italia.
Justo es mencionar al autor de estas insólitas y elaboradas piezas. Los Fabas se las compraron a un artesano ceramista, que tenía su taller-tienda, a espaldas del Baptisterio del Duomo de Siena. Su negocio no se regía por un horario fijo, dependía de las ganas de trabajar que su dueño tuviese. Si te pillaba dentro de la tienda, cuando se aproximaban las 12 de la mañana, el ceramista estrafalario mandaba salir a la clientela, porque tenía que preparar su almuerzo. Conseguir estas piezas no resultaba ni sencillo ni barato. Había que volver varias veces e insistir para poder salir con una de sus preciadas cerámicas bajo el brazo.

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jueves, 15 de diciembre de 2011

Pisa la Antártida


A Florian Schmidt le habría hecho tanta gracia esta imagen, como a Minoru Yamasaki -arquitecto de las Torres Gemelas- haber estado vivo para ver las noticias del 11 de septiembre de 2001; o la misma ilusión que a cualquier amoroso constructor de castillos de arena, viendo caer sus magníficas torres, bajo los pies de los niños más salvajes de la playa.
En la imagen de hoy, el zapato negro de la pérfida modelo amenaza, (tres años después de su construcción), a la Torre del Reloj de la Antártida; como el Vesubio acechara a Pompeya, la confusión a Babel, o Bin Laden a las Gemelas.
El paso del tiempo había hecho crecer las plantas crasas del jardín de la terraza. El collar de clavo quedaba arrinconado en el foso central, que forma la fachada con la caja. Y la rama seca de rosal se erguía en un lateral de la torre, como reposapiés del zigzagueante zapato de la modelo.
¿Habrán sido construidas todas las torres como escaleras para subir y bajar al cielo, y esa soberbia sea la causa de su caída?



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martes, 13 de diciembre de 2011

La primera pornografía


El deseo es una palabra que arriba como una invitación a penetrar en el laberinto. De igual manera que los primeros cartógrafos escribían sobre sus mapas, la leyenda de que “Más allá”, (de Las Columnas de Hércules -el Estrecho de Gibraltar-) “había monstruos”; el ser humano, cuando siente su primera llamada del deseo, no sabe si experimentar culpa o regocijo.
El Faba niño siempre fue un buen estudiante, especialmente interesado por los territorios del arte. Algunas tardes tristísimas de invierno, al terminar sus clases, (en vez de regresar a su casa, o marcharse a jugar a la calle), se encerraba en la biblioteca de su instituto en Malta, y pedía el volumen del Summa Artis correspondiente a la escultura griega. Aquel proto erotómano se detenía con delectación de sátiro ante las estatuas de los dioses griegos, totalmente desnudos, con sus cuerpos idealizados, sus torsos henchidos de viento, y su sexo al descubierto. No podía terminar de creerse que en la Grecia clásica no hubiera existido el pudor, y resultase tan normal  mostrarse desnudo públicamente.
Entre Algeciras y San Roque, (muy cerca de las antiguas columnas de Hércules), durante el primer viaje familiar en vehículo privado, en un llano donde se extendía un largo puente metálico colgante; descubrió el joven Faba junto a la carretera, este perturbador anuncio de un coñac patrio, cuya imagen copiaría -pasados los años- en esta tardía acuarela.
Por los libros sabía, que el gran Zeus -dios padre de los griegos- gustaba disfrazarse de toro, cisne, águila o lluvia de oro, para seducir y poseer a sus víctimas amatorias, ya fueran dulces ninfas como Europa, Leda o Dánae; o efebos como Ganímedes.
En la colorista valla publicitaria del coñac, Zeus se mostraba de nuevo en acción, dispuesto esta vez a montar a un maletilla. El jovencito torero furtivo, que se habría colado en la dehesa con la profesional intención de realizar sus prácticas, antes de tirarse a la plaza; debió tropezar y caer en su huida, y ahora se encontraba a los pies de la bestia rampante, con su pompis ofrecido.
Qué cuchillos se le clavaron en las ingles al Faba puberto, descubriendo en aquel anuncio su primera imagen pornográfica. Giró el cuello cuanto pudo pudo para seguir contemplándola, mientras el Volkswagen de su padre se alejaba carretera adelante, probablemente hasta alcanzar algún puerto de montaña. Desde lo alto se divisaría todo el Estrecho, con el peñón de Gibraltar, de este lado, y el Yebel Musa en la costa africana. 

El nacimiento del deseo
Gabriel Faba 2007
Dibujo a la acuarela. 16 X 26 cms.


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lunes, 12 de diciembre de 2011

El relojero de la Antártida


El joven montañero Florian Schmidt pertenece a una familia de relojeros vieneses. Es el sexto Florian Schmidt de la familia, y fue el constructor de la torre del reloj de la Antártida. Entendió bien el espíritu de la Huerta del Retiro, y se entregó a recrearlo en su monumento a la relojería y al tiempo, en homenaje a sus antepasados, y a su nueva residencia en la Quinta.
Florian Schmidt interpretó los grandes bloques de hielo, (con los que quería alzar su torre), como placas de embalaje de poliespán, conocido también como corchopán o corcho blanco. Este material ligero compartía con el hielo -entre otras cualidades- su naturaleza traslúcida, algo que le interesaba especialmente a Florian, pues creía firmemente que en ella residía el ése era el perfume luminoso de la Huerta.
Utilizando como base una vieja caja de madera*, (que en sus tiempos de estudiante, encontrara Faba en una ruinosa casa del centro de Granada), incrustó sólidamente tres planchas de corcho blanco, calzadas con cuñas a las cuatro esquinas de la caja.  Sobre los tres mazacotes blancos que daban cuerpo a la torre, colocó una bandejita galletera de una caja de Surtidos Cuétara. Había decidido plantar un jardín en la azotea, como lo había hecho Isamu Noguchi sobre los rascacielos de Manhattan.
Antes de llenarlos de tierra, perforó los compartimentos de la bandeja, para que el agua drenase; y plantó pétalos de Rosa de piedra, una rara planta crasa con la virtud  de regenerarse completa, a partir de una sola de sus hojas, como las estrellas de mar lo hacen. Cuando crecieron sus hojas plomizas y carnosas, Florian Schmidt espolvoreó cada arriate con pétalos triturados de adelfa rosa.
Los muros verticales de la torre eran territorio exclusivo de los relojes. En la fachada principal colgaba la gran esfera blanca del reloj de la Antártida, con sus números romanos y sus manecillas negras. Algunas cuarcitas blancas reposaban en los huecos que dejaban entre sí las placas.
En el lateral izquierdo se adosaban -a modo de zócalo- los trozos de vidrio de la esfera rota del reloj de la familia Florian. La fotocopia de su esfera completa, antes de quebrarse, cubría el resto del muro. Por alguna lluvia que debió caerle, quedó al secarse como un reloj blando. La borrachera del tiempo siempre resulta una broma macabra. 
En la presente imagen, el joven Florian Schmidt, constructor de relojes monumentales, posa satisfecho -siempre en bávaro traje corto- ante el ala de relojes y el jardín elevado de su Torre del reloj de la Antártida.

* En esta misma caja viajaron y vivieron durante muchos años, la pareja de azulejos de cuerda seca con el nombre de Huerta del Retiro.


                                                 . Antártida en construcción

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