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viernes, 30 de septiembre de 2011

Jardín colgante en invierno


Los primeros jardines colgantes que se alzaron en la Huerta del Retiro no tenían planta alguna. Los vegetales fueron sustituidos por las aguas coloreadas que contenían sus grandes columnas de vidrio. La fórmula procedía de un detector de terremotos que había concebido Faba en sus años mozos de estudiante universitario en Granada, tierra sísmica y mágica donde las haya.
Este jardín traslúcido primitivo se compone de tres plantas. En la más baja, un parapeto de cajitas desnudas de casettes, permite gravitar visualmente a las cinco recias columnas transparentes. Se trata de cinco botellas de vidrio que contuvieron zumos de frutas tropicales. Sus aguas han sido coloreadas con azafrán, mercromina, colutorio verde, jarabe para la tos, y azulete. Su intenso colorido, contrasta con el riguroso azul cielo del vaso rugoso, la botellita cubista de Ricard y el estilizado frasco de licor de hierbas, que aparece en esta imagen rematado por la linterna de la cúpula de la Catedral de la Almudena.
Un gran ciclorama de metacrilato protege a este jardín de invierno, de ser arrastrado por el poderoso viento del oeste, que azota los pisos más altos de este barrio del Quartel de Palacio.  

RUEGOS FINALES

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jueves, 29 de septiembre de 2011

Las metamorfosis de Faba



Con dos peonzas por ojos,
un pandero rojo y gualda por sombrero,
una pareja de golondrinas saliendo de su boca,
y un demonio colorado plantado sobre la testa;
el florido Gabriel Faba se transforma en juguete portugués,
ante las hiedras del Jardín Botánico de Oporto.

Si pasear por Portugal es pisar poesía,
enmascararse con sus tiernos abalorios
produce una metamorfosis lúdica y lírica.


Foto: Juan Manuel Sánchez


RUEGOS FINALES

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martes, 27 de septiembre de 2011

Altarcico de las lamentaciones


De oro es el suelo en el patio del muro de las lamentaciones.
Una rodaja seca de limón es la luna,
y el sol, el centro de una diana cuadrada.
El maniquí articulado realiza su acto de contrición
con la mano y la frente en el muro apoyadas.
Eleva su rezo y plegarias por el final del verano
hacia un cielo planchado de estrellas de plata.
Un Edelweiss de los Alpes florece sobre la tapia dorada.
La Biblioteca del tiempo pasa implacable sus páginas.



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La flor del Retiro


Nace esta flor de cactus en las madrugadas de la Huerta del Retiro, y no suele superar una jornada.  Pariente de la rosa mutábile de Doña Rosita la Soltera, sus pétalos recuerdan a una biznaga de mariposas blancas.
Su aspecto delicado y frágil contrasta con la soez apariencia de verga peluda equina, que luce cuando es capullo. Así se reproduce la Naturaleza. Una trompeta enrollada es un falo con la cabeza cubierta, que cuando estalla su flor lechosa, parece que el cactus haya tenido una eyaculación floridablanca.
Gusta Faba retener el polen de su belleza dentro de la caja de imágenes de su cámara fotográfica. Pero también ha sentido la tentación y el vértigo de pintarla durante sus pocas horas de vida. Nunca ha sentido una mayor premura pintando, pues el final feliz de su acuarela dependía de que la modelo no se le muriese posando.
Pintaba Faba una flor del Retiro, sobre fondo negro, cuando murió su madre. Una muerte tan temida le sorprendió pintando a los pies de una cama. Su hermana, Teresa Faba, bordaba cenefas en una tela azulada.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El cangrejo de Durero


Copiar a los clásicos es la primera lección del aprendiz autodidacta. Alberto Durero es el pintor de las formas en plena perfección y realismo. Cuando vivió en Venecia, hasta el mismo Giovanni Bellini, (patriarca de los pintores venecianos de la época), acudió al estudio de Durero, para comprobar si era cierto que pintaba uno a uno los cabellos de sus famosas vírgenes; Bellini salió admirado de aquel encuentro, que calificó de milagroso.
Aunque el pintor y grabador alemán sea muy conocido también por sus autorretratos, quedó Faba prendado de sus naturalezas muertas. Este cangrejo fue pintado a la acuarela por el maestro de Núremberg con tanta precisión como temprano impresionismo: más que un bodegón, logró Durero el retrato de un Cardenal submarino.
Si en la parte inferior izquierda de esta copia puede leerse la fecha de 1495, en que fue pintado por Durero; a la derecha aparece el dígito 2806, que aunque pueda parecer un año del futuro muy lejano, hay que leerlo como 2-8-(20)06, primer aniversario de la segunda época en la pintura de Faba. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

La danza de Shiva


En la noche del sábado baila Shiva en la Huerta del Retiro su danza cósmica. El dios destructor del hinduista es a la par el santo patrono de las Artes. Su esposa Khali lleva sobre su piel negra un collar de cráneos humanos reducidos. Extraña pareja. Relatan los padres de la mitología griega que el mismo Dionisio viajó hasta la India para aprender de él sus mejores danzas de la muerte y el trance.
Tiene el Shiva de la Huerta su propia corte de planetas. El sol luce radiante a sus espaldas desde el interior de un globo blanco de vidrio iluminado. La luna yace en un pozo de luz ambarina, proyectada hacia el cielo por la lente de una linterna ferroviaria. A la luz de las velas y al arrullo del carrizo y las plantas, Shiva convoca, desde su aro de fuego, las fuerzas contrarias del Universo: la vida y la muerte en sus muslos danzan.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Veintidós de Septiembre


El tiempo es un canario vivo que habita en su jaula; y come, y canta, y caga.
La muerte es un perro irrefutable que nos ladra,
mientras el pájaro de la vida se nos escapa.

Vivir es ensuciar. Defecar no es más que la consecuencia de alimentarse.  Donde hay caca hay vida.
Existe entre Faba, los canarios y la mierda, una relación estrecha. Si un ser humano suele hacerlo una vez por día, un canario evacua decenas de veces en una sola jornada. Con las comidas les sucede otro tanto, comen y desgranan su alpiste durante todo el día, poniendo perdido el fondo de la jaula.
Faba protege la bandeja del suelo con una hoja de calendario de gran formato -del año 2000- editado en Amsterdam. La calidad tipográfica de los holandeses, (la villa de Harlem reclama a Gutenberg la paternidad de la Imprenta), queda cubierta por una nube de cascarillas doradas y caquitas blanquinegras.
Realizando su ciclo vital, el canario de la Huerta del Retiro se hace caca sobre el tiempo, y pinta -sin saberlo- su cuadro de Tapies.  

FE DE AUSENCIAS
Queremos informar a nuestros visitantes más leales, que el ordenador de Faba entró en coma temporal el pasado miércoles 21, y que ésta ha sido la razón por la que no ha podido renovarse en las últimas 70 horas. Esperamos reponer la pérdida -que no la ausencia-, y que no vuelva a repetirse.   

martes, 20 de septiembre de 2011

El gran soñador. (1)


La acuarela es la antesala de la gran capilla del óleo. Algunos la entienden como una veladura, o un suspiro de color transparente sobre el papel rugoso. Faba prefiere aplicarla sobre pliegos de estraza usados. El color grisáceo de un papel tan obrero, y las fisuras que produce en su gramaje el haber sido antes un simple cartucho de fruta, obligan al pintor a luchar contra estos accidentes, (el estilo es sólo una forma de solucionar nuestras limitaciones), usando una gran masa de pigmento.
Si la calidad de un dibujo suele calcularse por la firmeza del trazo, los expertos en acuarela suelen calibrarla por su ligereza y economía de trazos; no así para Faba. Cuanta más pintura haya entre las cerdas del pincel, más fácil resultará lograr el rasgo y el carácter de la pincelada.
Un pintor baila su frenética danza de poseso con su cuadro, pintándolo. No es que le haga el amor, sino que lo posee violentamente. En su última época, Van Gogh realizaba un cuadro por día, como después lo haría Picasso. No pintaban ni amaban la pintura: se la follaban. No se trata sólo de abreviar el tiempo, sino de intensificarlo, sólo así nacerá con vida el cuadro. Un pintor con su pincel en ristre es igual de peligroso que un sátiro con su falo erguido en la mano. Por eso, tantos artistas pintan desnudos.
*   *   *
El gran soñador dormía el sueño blanco de los ciegos, bajo la radiante luz de un flexo. En tan óptimas condiciones lumínicas, hasta la bombilla de 100 watios se atrevía a estamparle la carne y el lecho con franjas de amarillo eléctrico. Sus manos alzadas buscaban desesperadamente un sombrajo para ojos tan torturados. Ante tanta luz, las sombras se acobardaban hasta el violeta claro.

Con los brazos en aspa por encima de la cabeza, parecía una cruz gamada. Puro movimiento en una figura estática, dentro de ese coma temporal que llamamos sueño. Ajeno a todo, e inmóvil en su lecho, el gran soñador bailaba desnudo su sueño eléctrico.

El Gran soñador. 1. Gabriel Faba. 2007
Acuarela sobre papel usado de frutería.
49'5 X 35'2 cms.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Pudor y exhibicionismo


Retrato dorsal de Faba con máscara invertida

Sólo el que se tira sin red en el circo mundial de Internet, tiene derecho al exhibicionismo.
No hay artista que no sea un iconoclasta, según las premisas formuladas en los cánones de vanguardia del siglo XX. Con afán de superar su pudor y agrandar su fama, se entregaron a su público en cuerpo y alma: Dalí, Cocteau, Picasso, Genet, Arrabal, Mishima, Kantor, Beuys… todos muertos, salvo el ilustre artista melillense conocido también por Fando.
No hay mayor timidez patológica que la del artista, su único antídoto se encuentra en la exhibición pública de su obra, ya sea ésta escrita, pintada, sonora o escénica.
La máscara granate que luce Faba sobre la nuca, fue encontrada en una tienda-taller de la tranquila Giudecca, (Judería), de Venecia. A la planta crasa que brota del tiesto colgado del muro, la conoce Faba como Estrellas azules.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El lenguaje secreto de los reflejos


Los reflejos nos encierran en el otro lado del vidrio. A diferencia del mercurio de los espejos, los cristales de balcones y ventanas nos conducen a la cara oscura de la transparencia. Todo lo reflejado queda sumergido en el fondo de un lago helado, y sólo puede ser visto a través de la capa de hielo de la superficie. La mirada se torna un punto daltónica a través del filtro azulado del vidrio; los dispares colores de la vida se armonizan y empastan, como en una escenografía o una gran pintura al óleo.

Sobre la mesa de su estudio al aire libre, en plena Huerta del Retiro, Gabriel Faba estudiaba y clasificaba monedas de diferentes países, observaba el efecto del sol sobre una manzana mordida, o enseñaba al damero de cristal de Murano, a hacer equilibrios dentro de una cubitera transparente. Para tomar esta fotografía, depositó Faba sus primeras gafas sobre la piedra, bajo una enorme Y griega, tallada en la lápida.

sábado, 17 de septiembre de 2011

El fusilamiento del padre


El fusilamiento del padre
Gabriel Faba. 2008.
34,7 X 27,3 cms.
Dibujo a lápiz de punta de plomo, carboncillo y pastel blanco, sobre cartón gris.

Sucedió el día de San Fernando -30 de mayo- en un cuartel de Larache, durante el Protectorado español de Marruecos. En aquel Regimiento de Transmisiones, situado en lo alto de una colina  de naranjos, fusilaron al padre de los Faba estos Martes de carnaval, borrachos por la fiesta del santo patrono del Arma de Ingenieros.
El claustro neomudejar del patio del cuartel refulgía bajo el zarpazo del sol africano, con más dramatismo que el mismo fusilamiento. Los uniformes de gala, las botas brillantes, y las gorras de plato, delatan la autenticidad del ámbito castrense. Los sables estirados y la pistola recogida de la oronda figura de la izquierda, convocan las herramientas de la muerte. Las miradas a cámara y alguna sonrisa revelan el carácter pantomímico de la fiesta. Sólo el soldado del fondo con los brazos alzados y la boca abierta, y la víctima humillada y de rodillas, otorgan tragedia a la escena.
Pero toda esta sintomatología del simulacro no operaba en la cabeza de Gabriel Faba cuando era niño, y se aterrorizaba ante esta pequeña fotografía en la que veía a un puñado de hombres uniformados matando a su padre.
Toda obra pictórica que se precie, necesita cumplimentar tres géneros imprescindibles: un gran desnudo, una crucifixión y un fusilamiento. Aún tiene en proyecto Faba, pintarlo al óleo en gran formato, sin variar un ápice su monocromía.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Paisaje congelado


El cielo de la Antártida está formado por cristales de hielo. El sol o la luna, según la hora, lo tallan con distintas luces y sombras. Ajedrez de peces transparentes, la luz de las mañanas de invierno; constelación de piedras de ámbar incandescentes, en el crepúsculo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cómo ve el suelo, una maceta de claveles



Cómo ve el suelo, una maceta de claveles.
Gabriel Faba

Dibujo con lápiz de punta de plomo, carbón y carboncillo,
sobre papel de estraza usado de frutería.

(54 X 37 cms.)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Flores de agua


La acuarela radical más que una técnica es el resultado de un accidente de la pintura. Los pintores expresionistas abstractos norteamericanos recogieron todo el legado gestual de la caligrafía japonesa, donde el brazo y la mano del pintor debían sentirse tanto en la obra final, como el tema y el significado de los grafismos pintados.
Primero fueron las flores y el jarrón, luego llegó la fotografía para fijarlos en orden y armonía, ésta pasó por el ordenador, y la imagen en papel impresa se cuadriculó para poner un andamio delante de la vida. En el momento de comenzar, el pintor tuvo sed, y el azar de un manotazo vertió el agua del vaso sobre el papel, con tal acierto, que no fue necesario pintar el cuadro. Antes de aplicar la primera pincelada, ya estuvo acabada la acuarela.

martes, 13 de septiembre de 2011

La torre del reloj de la Antártida


La torre del reloj de la Antártida es una carroza varada en los hielos del Polo Sur, que no hizo nunca su desfile. Las cabalgatas de figuras de hielo que se organizan en las festividadess del Círculo Polar Antártico, no circulan sobre ruedas: se deslizan -como trineos- por las calzadas de nieve prensada.


Arramblada -desde hace años- en un costado de la plaza de la capital de la Antártida, todos los esquimales y militares de Bases y Observatorios cercanos, al pasar, miran hacia el reloj de la torre, buscando algo más que la hora; su presencia les reconforta. Nunca ha dejado de funcionar, a pesar de las ínfimas temperaturas que por estos pagos se registran. Esta torre -para ellos- está viva.


El tiempo patina sobre la esfera del reloj con el cuchillo de sus agujas.


Gabriel Faba realizó esta Carroza-Reloj para el Jardín de Invierno de la Huerta del Retiro. La dispuso en un rincón, a los pies de la gran Puerta Atlántica, y bajo el ciclorama de agua congelada que cubría la blanca baranda. Atornillada al pasamanos, navegaba la maqueta de un majestuoso Bric-Barca de casco verde, con todo su velamen -color té- desplegado.


En la plaza del reloj de la Antártida se reunen a la caída de la tarde los muñecos militares Madelman, con sus grandes anorax de plumas, sus esquíes y sus perros. Desde las escalinatas de piedra blanca, (que forman los pedazos de la lápida de Quevedo, amontonados), contemplan las largas noches blancas, conversando y bebiendo a los pies del tiempo.


Desde el otro lado de la calle, los observan tres pinguinos, junto a un iglú cerrado.



lunes, 12 de septiembre de 2011

Doce de Septiembre



Acuarela de Gabriel Faba sobre la figura de su hermano Julio José, navegando por el río Hudson de Nueva York, como estudio preliminar de su cuadro Tres en el cielo, pintado al oleo sobre lienzo, en Septiembre de 2005, y que se reproduce en la entrada anterior.


domingo, 11 de septiembre de 2011

Con los días contados



“Torres más altas han caído”, debieron pensar en su ufanía, la torre Norte, la Sur y hasta el mismísimo Julio José de Faba, que se hizo fotografiar por su hermana en el barquito de la línea circular, que da la vuelta a la isla de Manhattan, aquella tarde del 6 de agosto de 1999.

El cuadro fue el primero que pintó Gabriel Faba tras su regreso a la pintura en septiembre del 2005. Recompuso a su manera los pedazos de aquella catástrofe doble: las torres cayeron hace hoy diez años; la de su hermano Julio José quebró en 2004 tras el rayo de un infarto.

747 días les quedaban de estar en pie a las torres; sólo 1512 de vida le restaban a Faba. ¿Quién iba a decirle a estos tres ufanos retratados, que tenían los días tan contados?

sábado, 10 de septiembre de 2011

El jardín translúcido. 2




El jardín translúcido unas horas más tarde.




El jardín translúcido



La Huerta del Retiro protege su intimidad a través de pequeños jardines colgantes. En el interior de un cajón de armario de haya desfondado, colgado de la barandilla de la terraza, se escalonan las baldas de vidrio sobre un andamio de cintas de cassette. Las plantas crecen en antiguas copas de chocolate con nata, botecitos de yogur fresco, y tarrinas de helado, todas transparentes. Dos esbeltas chumberas se elevan como cobras desde su tiesto de cuajada con miel, flanqueando una torre central traslúcida, realizada con estuches de discos compactos. Sobre su mazacote de luz se eleva la Torre del Oro sevillana, disfrazada de botella de anís de Cazalla. El conjunto se sostiene sobre siete columnas de vidrio, o botes de zumo rellenos de tierra.

Los únicos habitantes de este jardín transparente son un Cupido mordiendo la manzana, y un golfillo en camisa, que le muestra su pilila al dios niño.

La pinza suspendida en el aire, une un par de cristales opacos que sirven de forillo a este jardín colgante.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Yogur de tierra




Gusta Faba de cultivar plantas en recipientes minúsculos e improbables. De adolescente adquirió la afición de sembrar cactus dentro de cabezas de muñecas de goma, que seguían abriendo y cerrando sus ojos, con indiferencia a su cerebro de tierra y a su vivo tocado vegetal. Años más tarde resolvió continuar con su afición hortícola, (él le llamaba “la voz de los antepasados”), y comenzó a investigar con nuevos posibles tiestos.

Las botellas de aceite cortadas por algo más de la mitad, no habían dejado de ser un peligro para el horticultor por su afilado reborde, hasta que se las retiró, porque además las tumbaba el viento. Con los frascos de colutorio de base cuadrada se consiguió más estabilidad, a la par que se conservaba la transparencia, a través de la cual esperaba contemplar la danza secreta de las raíces y la tierra; pero el filo resultó igual de peligroso que el de las botellas. Así desemboco en los recipientes de borde remachado. Primero fueron las tarrinas de margarina, y luego las de queso Philadelphia, pero no ofrecían profundidad de tierra, que garantizara equilibrio a cualquier tallo que brotara. Llegó a plantar hasta en tapones de gel de a litro, y botes de carretes de foto. Y aunque resultaran encantadores, el viento golfo del Atlántico los volaba.

No cejó en su intento hasta descubrir el paraíso de los vasitos de yogur, flan, o queso fresco. En estos proporcionados y torneados recipientes, podían plantarse pequeñas plantas crasas, de sensual follaje y sofisticados colores metálicos. Encontró en ellos la piedra filosofal de sus sueños de arquitecto de jardines minúsculos.

El día que Faba decidió trasplantar una animosa planta carnosa, desde un vaso de yogur a una maceta de barro, al extraerla del tiestito, descubrió lo que nunca había imaginado, los flancos curvos del vasito yogurtero habían terminado moldeando la tierra en su interior. Si un cubito de playa puede hacer flanes de arena; un vasito de postre puede preparar yogures de tierra.

jueves, 8 de septiembre de 2011

La lápida de Quevedo fuma cactus



La lápida bautismal de Quevedo habita en la Huerta del Retiro desde hace cinco años. Fue rescatada de un contenedor de la calle Arenal, a los pies de la iglesia de San Ginés, la más sevillana de la Villa de Madrid, hasta entonces. Los dos naranjos que adornaban sus dos plazoletillas, fueron mandados talar, por el mismo párroco que decidió aligerar el exceso de reliquias del templo.

La lápida de bautismo de Don Francisco se trajo consigo al fantasma de Quevedo, cuya oronda silueta se siente pasar algunos crepúsculos por la Huerta; e incluso abrir y cerrar balcones y puertas de la Quinta, a su paso. Aunque quizá sólo esté de visita, y venga a consolarse con sus primeras piedras.

La lápida de Quevedo gusta de fumar trompetas de flor de cactus.


(Si deseas leer algo más sobre esta lápida, abre esta página:


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Fascinación de la sombra


Esta mano-florero de cardos representa la atracción que producen sobre Faba las siluetas proyectadas por objetos o seres opacos. Las sombras sobre la pared constituyen el primer teatro de la historia y el origen de nuestra filosofía. Aquella retahíla platónica sobre la caverna y las sombras se sitúa como el origen del pensamiento racionalista en Occidente.

Con nuestras manos podemos producir las sombras animadas más fascinantes. ¿Quién no ha hecho una cabeza de conejito con la mano, usando el dedo corazón y el índice como largas orejas de punta; el pulgar como nariz, y los dos restantes como dientes y labios?

Las sombras son los primeros espectros de la historia. Las sombras chinescas nacieron de este misterio resucitatorio a la luz de las velas, y se convirtieron en otro teatro, que se extendió por Eurasia y el norte de África. Los partidarios del Napoleón desterrado en la isla de Elba, se valían de un bastón torneado, que proyectaba el perfil del emperador, como contraseña de acceso a sus reuniones secretas. En determinados templos de Tailandia, asistir a una representación de sombras, produce un efecto medicinal y terapéutico sobre el público.

Son las sombras para Gabriel Faba un juguete perverso del arte. Te ofrecen resuelto el dibujo, pero cuando vas a atraparlo, siempre se escapa. Nos pasamos la vida intentando reconciliarnos con nuestro lado oscuro, sin saber que sólo lo lograremos cuando estemos muertos. Ahí radica la fascinación de la sombra. Quien atrapa la sombra, cree detener el tiempo, y controlar su propia muerte. ¡Falacias! En esto de la existencia, el fin es el medio.

martes, 6 de septiembre de 2011

Altarcico de la princesa y el diablo

La princesa Teatra vive en un castillo sideral de cartón y papel. La planta baja y la principal son una casa portuguesa; la torre del homenaje una caja de fósforos soviética, rematada por una piramidal granate. Ante un ciclorama de estrellas, una Luna de madera y una Tierra de chocolate acompañan a la princesa. El satélite reposa en lo alto de una llave de tuercas de bicicleta, y el planeta sobre un palillero de latón, adquirido en un hostal lisboeta.

Hacia 1993 debió realizar Gabriel Faba este altarcico, mientras diseñaba el número diez de la revista Teatra, (dirigida por Julio José), dedicado a la perfección, la masonería y el diablo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El pintor y su modelo


Pintar es otra forma de amar. Todos los pintores aman a su perla o a su jazmín, mientras los retratan. El ojo de un mirador profesional tiene más peligro que un falo erguido; así de excitante resulta mirar y consentir en ser mirado. El hijo de este acto amoroso es el cuadro, que no es un reflejo de la imagen real, sino de los deseos imaginarios de pintor y modelo.
El desnudo es la creación más sublime del arte de la pintura. ¿Qué ocurre cuando además de la modelo, se desnuda también el pintor? Que se invoca a la belleza como meta. Un cuerpo radiante de juventud, puede ser visto al desnudo, tan hermoso como un cuerpo viejo mirado con amor.
Gabriel Faba y su única modelo mujer -la sublime Sofía Quirell- trabajan en un tórrido mediodía de agosto ante el luminoso espejo del salón del pintor. Adviértese que Faba ha añadido a sus ojos, la pupila mirífica de su cámara fotográfica. Si Leonardo o Rembrandt hubieran podido usarla, habrían hecho muchos bocetos fotográficos, como los comenzaron a realizar tempranamente los pintores Impresionistas, o el mismísimo Francis Bacon, quien amasaba la emoción de sus cuadros en base a un proceso fotográfico previo.
Bocetando o fotografiando, se está empezando a configurar el cuadro, su atmósfera,  su composición, su tema. La ceremonia de la pintura comienza cuando pintor y modelo en un cuarto se encierran. El misterio de lo que sucede en esa habitación, es lo que algún día deberá irradiar el cuadro, detenidos en él, tiempo y deseo.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La memoria de una Huerta



El origen de esta Huerta del Retiro se inició cuando estos dos azulejos se cruzaron en la vida de Faba. En pleno Camino de Ronda granadino relucían en el centro de una tapia blanca, que rodeaba un solar aislado entre dos edificios modernos de viviendas; sus amigos los Millanes vivían en uno de ellos. Al comunicarles Faba el interés que le habían provocado los dos azulejos del solar vecino, los Millanes le informaron que podría arrancarlos y llevárselos tranquilamente, pues las obras comenzarían en una semana.

Regresó a los pocos días a visitarlos, y se quedó hasta muy tarde. Al salir –pasadas ya las once- extrajo de su zurrón un martillo y un destornillador, y se puso manos a la obra. Desde entonces esta pareja de ladrillos vidriados no se han separado de Faba: han presidido la entrada a todas sus casas.

La primera vez que vinieron a buscarle los Millanes a Madrid, no lo encontraron en su vivienda, pero al ver los dos azulejos, colgados junto a la puerta, supieron que habían dado con su amigo Faba.

Así estas dos placas cerámicas con tanta historia, han ido envejeciendo y agrietándose al lado y al mismo tiempo que Faba.

De una huerta fértil que existió en la vega de Granada, regada por aguas de la Acequia Grande del Genil, donde crecían plantas y árboles; gracias a estos dos quebradizos azulejos, continúa no sólo el nombre, sino la persistencia de una huerta, donde ahora -en vez de patatas- se cultivan palabras.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Crepúsculo de septiembre



Ayer desmontaron el andamio que ha sido el burka de esta huerta aérea durante todo el mes de agosto. Para celebrarlo hoy hemos mirado con prismáticos lo que queda del horizonte de Madrid, y hemos intentado volver a cazar trenes blancos entre los nuevos edificios de la lontananza. En último lugar, y no menos importante, hemos inaugurado este blog, que quiere ser los ojos de su hermano fronterizo Huerta del Retiro, donde impera la palabra todos los jueves del año.


De derecha a izquierda pueden contemplarse entre las casas, el pináculo de la iglesia de San Nicolás de los servitas, la cúpula grisácea y chata -como de mezquita otomana- de San Francisco el Grande; la efigie vertical de la torre-cúpula de la Iglesia Arzobispal Castrense, el campanario de la Capilla del Obispo, adyacente e inferior al potente tambor barroco, que sostiene la cúpula de San Andrés. Cinco pináculos herrerianos de la Casa de la Villa pueden distinguirse entre la maraña de antenas. A su izquierda puede rastrearse la parte superior de la cruz que remata una bola, que sostienen un par de angelotes sobre la iglesia de San Miguel, sede religiosa del Nuncio del Papa. Y entre las chimeneas antropomórficas y los ombligos volantes de los aires acondicionados, pueden divisarse, agazapadas bajo un racimo de nubes rosadas, las dos torres y la cúpula de San Isidro, que fuera Catedral de Madrid, antes de que Juan Pablo II consagrara la Almudena como sede catedralicia definitiva de la capital de España. Y por último, se descubre la torre mocha en tono rojizo, (réplica romántica de la torre del Mangia del Palazzo Communalle de Siena, joya de la arquitectura gótica civil italiana), de la iglesia de la Santa Cruz, en la calle Atocha.

Acerca de los albañiles-pájaro




Los andamios no son escaleras de Babel que ascienden al cielo. Nuestro andamio era un tablado de siete suelos, donde han bailado su obra -durante 31 días- los obreros, (nacidos de padre trapecista y madre pájaro), restaurando la fachada de nuestro palacio urbano. Siempre hay albañiles peruanos sobre estos escenarios del aire, el mal de las alturas que se sufre en tantas ciudades de su país de origen, los tiene, contra el vértigo, inmunizados.