La lápida bautismal de Quevedo habita en la Huerta del Retiro desde hace cinco años. Fue rescatada de un contenedor de la calle Arenal, a los pies de la iglesia de San Ginés, la más sevillana de la Villa de Madrid, hasta entonces. Los dos naranjos que adornaban sus dos plazoletillas, fueron mandados talar, por el mismo párroco que decidió aligerar el exceso de reliquias del templo.
La lápida de bautismo de Don Francisco se trajo consigo al fantasma de Quevedo, cuya oronda silueta se siente pasar algunos crepúsculos por la Huerta; e incluso abrir y cerrar balcones y puertas de la Quinta, a su paso. Aunque quizá sólo esté de visita, y venga a consolarse con sus primeras piedras.
La lápida de Quevedo gusta de fumar trompetas de flor de cactus.
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