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domingo, 11 de diciembre de 2011

La floresta petrificada


Pintar es organizar y plasmar un microcosmos dentro de un cuadro. Suele hacerse a través de pigmentos diluidos en un disolvente, que al secar queda adherido a un soporte. Pero también puede realizarse, disponiendo una serie de materias sobre una superficie, y tratarlas con ceras, resinas, colas, u otras sustancias adhesivas.
En esta pintura matérica -más que plástica- lo importante no sería lo que se traza, sino lo que se fija. En cierto sentido, los materiales reunidos sobre el soporte pueden formar una suerte de collage; se dibuja, distribuyendo los materiales, como se monta un escaparate. Este artista distribuidor de espacios y creador de ritmos, explora las nuevas relaciones que se establecen entre superficies, fijadores y objetos, buscando un único lenguaje expresivo.
El mejor compositor es el azar. No hay como ir reuniendo y amontonando cosas, para que de repente, un día descubramos la obra resuelta ante nuestros ojos; y sólo nos quede fijarla. Algo así le sucedió a Faba con este palimpsesto de hojas  y ramas. La primera camada de ramitas y hojas podridas fue recuperada primorosamente de algún esquinazo de la Huerta. Se la recogió del suelo con un sobre de papel entelado, que un amigo del Sur le había enviado años atrás con un dibujo dentro. Las hojas de eucalipto se tumbaron sobre la cama de ramas, el somier de la carta, y el suelo de un cartón de sobre reforzado.
También se pinta con el prensado y el correspondiente reposo bajo peso. Tras un tiempo prudencial de espera, comienza la batalla pictórica para fijar la obra con el suspensor adecuado. Las dos manchas blancas que luce este collage del bosque del Retiro, no son más que dos pinceladas de cola blanca de encuadernación, con las que pretendía fijarse la disposición de las hojas principales.
Horrorizado quedó Faba, al ver que la cola no transparentaba al secarse. Si seguía aplicándola, podría comerse toda la mimada composición vegetal. Una lechada de engrudo espeso vino a verterse sobre el conjunto, como la lava del Vesubio cayó sobre Pompeya. El engrudo es como semen, un fluido blancuzco compuesto de agua y harina, que tiene la propiedad de adherir, y secar transparentándose. Con engrudo casero pegaba el niño Faba las estampas a sus álbumes, y aún siguen fijas en los estantes de esta Quinta de Santiago.
El agua del engrudo -cuando seca- produce un efecto de abombamiento en los cartones sobre los que se ha engrudado. Nuevamente la curvatura y el agua vuelven a confluir en una técnica artesana que favorece el tránsito de la floresta hacia las artes plásticas.

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