A Florian Schmidt le habría hecho tanta gracia esta imagen, como a Minoru Yamasaki -arquitecto de las Torres Gemelas- haber estado vivo para ver las noticias del 11 de septiembre de 2001; o la misma ilusión que a cualquier amoroso constructor de castillos de arena, viendo caer sus magníficas torres, bajo los pies de los niños más salvajes de la playa.
En la imagen de hoy, el zapato negro de la pérfida modelo amenaza, (tres años después de su construcción), a la Torre del Reloj de la Antártida; como el Vesubio acechara a Pompeya, la confusión a Babel, o Bin Laden a las Gemelas.
El paso del tiempo había hecho crecer las plantas crasas del jardín de la terraza. El collar de clavo quedaba arrinconado en el foso central, que forma la fachada con la caja. Y la rama seca de rosal se erguía en un lateral de la torre, como reposapiés del zigzagueante zapato de la modelo.
¿Habrán sido construidas todas las torres como escaleras para subir y bajar al cielo, y esa soberbia sea la causa de su caída?
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