A veces, la luz se pone a rezar en la huerta del Retiro. Así, de repente, sin previo aviso.
La camisa colgada a secar al sol, se convierte en túnica sagrada cuando la luz la traspasa.
A este trozo de tela blanca le florece un girasol sobre el hombro, y ramas de cintas brotan de su manga. El profundo beso del sol, radiografía todas sus costuras e hilajes.
Dios se manifiesta en estado de gracia, a través de todos los seres vivos y sus cosas. Sólo se necesita reconocer las señales, y dejarse llevar por los reclamos de los sentidos, para detectar estos momentos especiales.
Impasible, pero colaboradora en esta magia, la fuente de mármol rojo de San Giminiano, sigue girando su bola de piedra sobre el surtidor del agua.
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