Los primeros jardines colgantes que se alzaron en la Huerta del Retiro no tenían planta alguna. Los vegetales fueron sustituidos por las aguas coloreadas que contenían sus grandes columnas de vidrio. La fórmula procedía de un detector de terremotos que había concebido Faba en sus años mozos de estudiante universitario en Granada, tierra sísmica y mágica donde las haya.
Este jardín traslúcido primitivo se compone de tres plantas. En la más baja, un parapeto de cajitas desnudas de casettes, permite gravitar visualmente a las cinco recias columnas transparentes. Se trata de cinco botellas de vidrio que contuvieron zumos de frutas tropicales. Sus aguas han sido coloreadas con azafrán, mercromina, colutorio verde, jarabe para la tos, y azulete. Su intenso colorido, contrasta con el riguroso azul cielo del vaso rugoso, la botellita cubista de Ricard y el estilizado frasco de licor de hierbas, que aparece en esta imagen rematado por la linterna de la cúpula de la Catedral de la Almudena.
Un gran ciclorama de metacrilato protege a este jardín de invierno, de ser arrastrado por el poderoso viento del oeste, que azota los pisos más altos de este barrio del Quartel de Palacio.
RUEGOS FINALES
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