Excepcionalmente, hoy presentamos en este blog un retrato de una artista invitada. Se trata de Adela Escartín, una primera actriz española, y maestra artística de Faba, que se vio a sí misma sobre el lienzo, como una diosa naciente de las aguas. Afrodita deseada, Yemayá transatlántica, con cabellos de Gorgona, coronada por el Sol, Marte, la Luna, y la espiral de una caracola como tiara. Sus grandes ojos de sacerdotisa delatan la sangre negra que corría por sus venas. Aunque nacida en Canarias, de padres españoles, la negritud le venía de la abuela Adelaida, una criolla cubana casada con un militar español destinado en La Habana.
Fue temida y admirada por rivales, querida por sus alumnos, a la par que adorada por el público cubano, quien encontró en ella a su Margarita Xirgú del Caribe. “La experiencia hipnótica del público ante la interpretación y transfiguración de Adela Escartín sobre las tablas”, fue como algún crítico denominó al efecto de su gran arte escénico. Este cuadro -avatar casi submarino de Adela- es prueba de su capacidad de metamorfosis, cuando se convertía en personaje.
¿Cuánto vertió de sí misma en este salvaje autorretrato, cultivado de conchas, crustáceos y flores acuáticas? En el interior de su pecho desnudo, puede verse una especie de ranúnculo con luz propia. Su rostro tiene cabellos rubios, y ojos oscuros de pupilas desbordantes. ¿Sería el hijo que no tuvo nunca?, ¿Dios?, ¿el Diablo?, ¿el alma de la vida?
Hoy se cumplen 98 años de su nacimiento, aunque haga ya más de uno, desde que cantara -en sueños- su adiós a la vida. Sirva este pequeño tributo y homenaje, como regalo de cumpleaños a una mujer, una artista y una maestra, que se convirtió en inolvidable, para todos aquellos que entrecruzaron con ella sus vidas.
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Adela Escartín o el arte dela transfiguración
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