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domingo, 16 de octubre de 2011

En la Huerta del Cercao



Dibujar retratos es resucitar a los muertos. La niña pequeña de esta familia campestre es la madre muerta de los Faba. El que no había nacido cuando se tomó esta vieja fotografía, fue el encargado de volver a recrearlos, cuando ya todos habían fallecido.
De izquierda a derecha, y de arriba a abajo: José y María de pie, Teresa la madre, sentada, y Juan incrustado entre sus padres. José posa con su niña chica –Teresica- entre las piernas. Tanta personalidad como los rostros, demuestran tener sus calzados. Tres pares de zapatillas, dos zapatitos de niña, y una pareja de patas de silla, bailan entre sí su danza estática.
La vieja fotografía original en la finca del Cercao, está entonada en sepia. Quiso Faba potenciar las edades distintas de los personajes, y aplicó tres tonos de color pastel diferentes. Verde ciruela a los hijos mayores, sanguina para los padres, y sepia para los dos pequeños. Descartó el verde para el arco de ramas que corona el grupo, y lo dibujó color sombra.
El primer paso del proceso fue realizar un boceto a mano alzada en lápiz de grafito. Se benefició el conjunto en este crudo dibujo, más atormentado que arcádico. En segundo lugar realizó –ya con pastel- estudios individuales de los rostros, tanto para calibrar la temperatura del color, como los rasgos físicos y sicológicos de los retratados.


Tras tanto estudio detallado, se lanzó a ejecutar un boceto a tamaño real, probando los colores definitivos. Como -según sus cálculos- necesitaba utilizar 16 folios para alcanzar el formato deseado, se valió de hojas recicladas, fotocopiadas ya por una cara. Y como en un retrato familiar colectivo, el tema de los parecidos es muy importante, lanzó su andamio de cuadrículas sobre los 16 rectángulos, para acotar los rasgos de los personajes.
Consciente de que bajo el pastel -una vez aplicado- no pueden borrarse las líneas guía de la retícula, decidió cuadricular plegando las páginas, en lugar de dibujarlas. El conjunto adquirió una fuerte expresividad previa, como una piel escamada de pliegues, antes de comenzar a ser dibujada.
Según iba profundizando en cada una de las piezas de su retrato gigante, fue dándose cuenta  de estar realizando la versión definitiva del dibujo. La tensión entre los geométricos pliegues, y las formas orgánicas de los cuerpos y árboles retratados, había dado un viraje estimulante a la obra.
Cuando finalmente fueron escaneadas las 16 piezas del dibujo para ser aquí reproducidas, al ensamblarlas, no lo hacían del todo correctamente. Un nuevo accidente técnico imprevisto venía a sumarse a los juegos ópticos entre papel e imagen.
El resultado final ha sido una suerte de entramado, puzle o caleidoscopio, que reproduce una sola imagen desde múltiples facetas. Tal vez esta vía de plegado se aproxime incluso más al funcionamiento de las imágenes en la memoria.

En la Huerta del Cercao
Lápiz Pastel, sobre 16 hojas de Dina-4, plegadas a mano.
(64 cms. X 104 cms.)
Gabriel Faba. 2007.


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