Los rincones altos de la Huerta del Retiro deben ser magnéticos, pues poseen una fuerza natural para atraer a todos los objetos metálicos a su ámbito. La imagen que hoy reproducimos da buena cuenta de ello.
Como ya vimos en el caso de las esculturas espontáneas, los materiales sufren una morriña de la especie, que les lleva instintivamente a reunirse con sus semejantes.
En la tranquila altura de esta esquina sombreada, se ha instalado una percha de baño, con estantes de rejilla, sobre la que se han acoplado una pareja de aceiteras metálicas, dos cajitas niqueladas de jeringuillas de El Rastro, y un par de tornillos de carpintero, colgados de la madrepercha.
Un apagavelas con bolita en el extremo del mango, y un servilletero del comedor del Hotel Platanus de Budapest, viven en el estante más alto. La soltera del grupo es una pinza con gancho, que se cuelga del techo del sótano, como si fuera una vampira o una murciélaga boca abajo.
A la caída de la tarde, el conjunto reluce como una estrella colgante.
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