El potente foco en movimiento del escáner lo convierte todo en teatro. La luz es la madre de la pintura, de la fotografía, del cine, y de la escena teatral. Casi todas estas artes visuales intentan reproducir el ancestral resplandor del fuego en una hoguera. Con la luz se sugestiona más que con la historia; hasta la máxima vulgaridad puede convertirse en arte, bajo una iluminación adecuada.
Habituado Faba al escáner, (como ojo grabador de su Imprenta-Emisora; o sea, su Ordenador Personal), le resultó muy simple, comenzar a arrimar a su mesa tantas cosas y objetos navideños como encontraba por los cajones y armarios de la Quinta. Además, durante el proceso del escaneo de sus Ofelias muertas, había descubierto que si se dejaba levantada la tapa del escáner, las imágenes salían con un fondo negro intenso.
Las primeras pruebas de un trabajo que se inicia son conatos, propuestas de la razón que intentan echar a andar con sus piernas aún rígidas. Aasí Faba comenzó a agrupar pastores de Belén -de plástico- contra el cristal caliente del escáner; los capturó sobre fondo gris y también sobre blanco, y cuando pensó hacerlo sobre el negro, recordó el truqui de dejar la tapa abierta.
A dos pastores meones y a un paje negro les tocó pasar la primera prueba. El resultado fue impactante, la lupa luminosa del escáner leía las texturas y tinturas de los muñecos, con más precisión que el ojo de una cámara. Y el negro, como se esperaba, resultó de una calidad azabache. El único problema, (como solía ser habitual, desde las últimas obras de la fachada del edificio), era el maldito polvo. Por mucho que Faba lavase el vidrio con limpiacristales, el polvo volvía a colarse, y a dejar esos espantosos puntitos blancos en el fondo de las imágenes.
¿Cuántas veces dejamos pasar en la vida, nuestra gran oportunidad, por no haber sabido reconocerla a tiempo? Eso estuvo a punto de pasarle a Faba con su retablillo navideño. Cuando hizo una nueva prueba con un tercer pixanet en lugar del paje, comprobó que la imagen del grupo había mejorado, aunque el polvo se había colado aún más que en la primera ocasión. A este paso, para crear imágenes con el escáner, iba a necesitar establecerse en un laboratorio aséptico.
En la pantalla de su pecé, los tres pastores sin rostro orinaban contra el infinito. “¡Eureka! -exclamó Faba-. No hay polvo en el cielo, son los pastores que están salpicando; y al refelejar la luz, van naciendo estrellas”. La idea de que el final de su guerra contra el polvo, fuese a terminar de una forma tan regocijante, le excitaba profundamente. En esta ocasión la batalla final iba a ganarse, aliándose con el enemigo.
Tomó de un rincón un libro y una caja completamente empolvados, y cual cocinero que espolvorea especias sobre sus guisos, comenzó Faba a sembrar el cristal del escáner con pellizcos de polvo. Llevar toda la vida peleando por evitar que suceda algo, y poder llegar a sentir un día la liberación de consentirlo, es tan gozoso como destrozar un tabú para siempre. Cualquiera que lo viese esparciendo suciedad sobre la superficie transparente de su más fiel reproductor digital, podría pensar que había perdido la cordura.
La siguiente prueba le dio la razón, el fondo negro era cada vez más cielo estrellado, cuanto más polvo se concentraba sobre el monitor. De esta forma tan azarosa y tan guarra, comenzó a fraguarse el Retablillo navideño de Faba. Cualquier cosa que sucediese bajo ese cielo estrellado artificialmente, resultaba -a priori- interesante; ya que el polvo sobre fondo negro crea espacio, lo que acentúa la presencia escénica de los personajes.
Aunque muchas de las imágenes de este retablillo estaban tomadas, antes de que comenzase su publicación en este blog, el escáner no ha vuelto a cerrarse desde mediados de diciembre, fecha en la que se inició la preparación de este trabajo. Durante las tres últimas semanas han seguido pasando por el estudio ambulante de la Vía Láctea de la Huerta del Retiro, numerosos objetos, figurillas, farolillos, ramas secas…, para ser retratados bajo los rayos equis del scanner. Como es fácil de suponer, en cada sesión había más estrellas sobre el cosmos del Retablillo, (o sea, más polvo), que en la anterior. El espectador avispado podrá reconstruir el orden cronológico de las imágenes, según la densidad estelar de los fondos.
En cualquier caso, no deja de sorprender una vez más, la fuerza de la paradoja para explicar el curso de las cosas. Toda la hipotética magia navideña que hayan podido destilar las imágenes de este Retablillo, se debía a que estaban sucias. Y a la par, a que todo el polvo que absorbieron las figuras al ser escaneadas, hubo que limpiarlo con la ayuda de Photoshop -mota a mota- para que los protagonistas de la imagen pudiesen lucir en primer plano, totalmente impolutos y deslumbrantes.
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