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lunes, 30 de enero de 2012

La mano que toca la Alhambra


La Alhambra que toca la mano de Faba, la encontró en una casa en ruinas de la calle del Mirlo, en el Barrio de los Pajaritos de Granada. Se trataba de un inmueble de tres plantas de viviendas, que iba a ser derribado; no debía haber cumplido el siglo, y ya estaba desahuciado. Resulta extraño que una casa moderna tenga menos vida que un ser humano, con la de ilustres amontonamientos de piedras que han superado el milenio.
Si los gatos, mendigos y amantes furtivos ya se habían colado en aquel viejo bloque, “¿por qué no iba a hacerlo él, con el morbo irrefrenable que le despertaban las casas abandonadas?” -inquiríase a sí mismo el joven Faba-.
El Modernismo –a inicios del S. XX-  resucitó el gusto por lo exótico y orientalista en las artes decorativas. Si hasta las mismas mansiones de Long Island y los Teatros del Nueva York de la época, emulaban estéticamente a la Alhambra; ¿cómo iban a privarse los granadinos, de tener reconstruido el Salón de Comares en el comedor de su piso?
Justo eso fue lo que encontró –en ruinas- el joven Faba, en el interior de la vivienda de la primera planta de aquel edificio. No quedaban muebles o marcos en las paredes, sólo un zócalo de cerámica morisca, que refulgía con los rayos de sol que se colaban en la varada estancia. En su lengua de Las 1001 Noches, los azulejos le pedían al muchacho: “Llévame contigo, llévame contigo”, como si en ello les fuera la vida.
Siendo como era un corazón sensible a las llamadas y las señales invisibles: No pudo negarse. Se encaminó a su casa, (tres pájaros más abajo; vivía en la calle Gaviota), a por un formón, un martillo, unas bolsas y unos destornilladores. Regresó al edificio del Mirlo, subió a la primera planta, entró en el salón de los muros brillantes, y se lanzó con sus herramientas a rescatar a aquellas losetas morunas, como si fueran princesas encerradas en la Torre de la Cautiva.  
Estos azulejos cerámicos llevan con Faba la friolera de casi tres décadas; más los setenta años que debía tener el edificio antes del derribo, completarían la prueba del Carbono 14 para calcular la edad de estos vidriados ladrillos: todo un siglo.

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