La Huerta del Retiro tiene nostalgia de mar. Ubicarse 655 metros por encima del nivel marítimo en Alicante, más otros 18 por encima del ras de la calle, desaliniza la naturaleza de cualquiera. A Faba le sucede lo mismo que a ella: se siente pez exiliado en el centro de la meseta.
Con lo pescaíllo que fue -de renacuajo- en las playas de la Malta de su infancia. Buceador de fondos marinos, escrutando y procesando -como un Cousteau prematuro- tanto la floresta de algas y anémonas entre las rocas cercanas a la playa; como los más distantes bancos de arena clara, sobre los que bailaban su danza turquesa los rayos del sol. Bajo sus rubias arenas, camuflaban los rascacios sus lomos peludos.
Por esta razón, la Huerta del Retiro sufre ventoleras marinas de cuando en cuando, y le da por disfrazarse de litoral. Aprovechando este azulado entorno, queremos presentarles a la Puerta Atlántica, que (aunque tuvo vocación de ser Gran Puerta Oceánica, como las de los Surrealistas), se quedó en raspa de puerta pintada de azul tiza.
Una estrella de mar en lo alto del muro, una pareja de tritones portugueses de madera, coronando la puerta; un caballito marino de barro, suspendido del vertical emparrado; una oronda y voluminosa concha blanca, que reposa sobre una maceta de cerámica de Níjar; y un par de langostinos de porcelana -valencianos- que reposan en el suelo sobre un trozo de lápida, forman un arco marino que traslada su tensión azul por toda la Huerta.
Las palabras -atroces aliadas del ser humano- no podían faltar en este Consulado del Mar. La pareja originaria de azulejos granadinos de cuerda seca, pronuncia su nombre, HUERTA DEL RETIRO, como un beso que se da, sin abrir los labios. EPTIEM XX D N FRAN ED Y VILLE DRID EL, pronuncia en su lengua tartaja y mutilada, la lápida de Quevedo, con su elegante tipografía fantasma. NJIZI se alza en letras blancas sobre fondo turquesa, anunciando en la cumbre de la terraza, el Teatro de Sombras Vivientes de Rioanjiziví.
El zócalo elevado de una banda de azulejos de falsa Alhambra, se pliega en ángulo –como la lápida- acoplándose al rincón del muro. Sus estrellas multicolores saltan por el aire, como un alegre cardumen de peces voladores.
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