La sombra es parte de la belleza en la cultura japonesa, (por ejemplo la tinta china); frente a la hegemonía de la luz en la estética europea. Así lo afirmaba Junichiro Tanizaki en 1933 en su libro-manifiesto El elogio de la sombra. Tanizaki no sólo entra a calibrar el valor de la penumbra, de lo tenue, del reflejo o de la transparencia, sino que realiza un sutil e impactante recorrido por las artes constructivas, cerámicas, caligráficas, teatrales, y hasta sobre la ceremonia y el arte de la defecación.
En la Huerta del Retiro, (y más en concreto en el teatro de sombras vivientes de Rioanjiziví), Tanizaki es algo más que un profeta. Lo que en la Huerta y en las pantallas de este teatrito sucede, parece que tiene su razón de ser en lo que aquel escribiera, aunque no estuviera aquí leído.
Siéntese Faba cercano al espíritu del budismo Zen japonés, en su vinculación telúrica con la Naturaleza como sinónimo de Dios, y en esa apreciación de encontrar lo extraordinario en las cosas rudimentarias, cotidianas y sencillas. Pero cuando observa los resultados de su trabajo en la Huerta, piensa que su andalucismo apasionado y excesivo termina imponiéndose, hasta el punto de que su obra podría ser calificada como barroco-zen.
Actuar es jugar sobre el escenario, mientras alguien te escucha y observa. Juega Faba en su teatrillo de sombras a experimentar con las proyecciones, en potenciales soportes y materiales que puedan tanto ocultar como mostrar al objeto o sujeto protagonista. El misterio nace de ignorar parte de lo mostrado. En el instante que el observador tenga que usar su imaginación para completarlo, empezaremos a transitar por el territorio de la comunicación artística.
Estas persianillas verdes colgadas de un alambre de acero, dejaban pasar la luz, a la par que ocultaban parte de lo mostrado, creando la sombra. No hace falta oscuridad en la sala, para que en este teatrillo colgante comience a circular la magia. En esta ocasión, la familia Hiedra ejecuta su rapsodia de la luz y la sombra, para seguir transmitiendo el arte de estar vivo.
¿Qué sensación experimentaría el público de este teatro de nada, si de repente llegara volando una banda de mariposas a posarse sobre las hojas de esta enramada de hiedra?
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